La opinión de Sergio Pérez

Germán Valera, los gatos y las liebres

Con la cesión de Valera, el Real Zaragoza buscaba cubrir el déficit de velocidad, desborde, regate y explosividad en banda que venía sufriendo. El extremo se ha demostrado como un jugador inacabado. Tiene buenas condiciones, no se esconde, pero empieza muchas cosas y acaba pocas. Con 22 años, todavía debe definirse: si llega a ser liebre o si se queda en gato.

Germán Valera controla un balón en el partido frente al Burgos.

Germán Valera controla un balón en el partido frente al Burgos. / JAIME GALINDO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Gracias a la buena sintonía del Real Zaragoza con el Atlético de Madrid, por usar una expresión liviana, el club aragonés tuvo la oportunidad en verano de pescar en el antiguo Manzanares con la llegada de tres futbolistas cedidos. Una de esas plazas estaba destinada desde el principio del mercado para Germán Valera. La otra era para Mouriño y en la batalla Mollejo-Carlos Martín, el manchego salió vencedor para la dirección deportiva por sus características y su perfil.

Con Valera, el Real Zaragoza quería cubrir un déficit que había sufrido muy especialmente durante la última temporada y rellenarlo con sus cualidades: velocidad por los costados, juego por fuera, de fuera hacia dentro, verticalidad, capacidad constante para encarar, regate, habilidad y explosividad.

Todo eso lo tiene Valera. Sin embargo, con 22 años recién cumplidos, se está demostrando como un extremo inacabado, que empieza muchísimas cosas, con una voluntad firme de exponerse de manera constante con el balón en los pies, pero que prácticamente no acaba ninguna. En el momento de la verdad, a la hora de culminar las acciones, de dar el pase decisivo o de terminar correctamente la jugada de manera individual, a Germán le falta pausa y capacidad para tomar buenas decisiones. Su golpeo tampoco es preciso en esas latitudes, con un déficit de tacto y le sobra aceleración. Como a tantos otros, el contexto también le ha engullido. Individualmente, estamos ante un buen jugador al que le falta ajustar la maquinaria en el momento clave del juego.

En 35 partidos, que son en los que ha participado, 24 como titular, solo ha marcado una vez y únicamente ha dado una asistencia de gol. En la última jornada frente al Burgos, pisó numerosas veces la línea de fondo pero todo ese esfuerzo cayó en saco roto. Es algo que se repite en sus actuaciones. Sus cifras son bajísimas para un futbolista con buenas condiciones pero todavía sin el imprescindible pulimentado final. Ese detalle que encumbra o frena y de obligado perfeccionamiento para crecer. Tan importante que acaba distinguiendo a los gatos de las liebres.