Opinión | editorial

Tras una semana, todo sigue abierto

La tendencia a una creciente polarización entre las fuerzas políticas encabezadas por Salvador Illa y Carles Puigdemont, confirmada por la encuesta tracking que publica hoy EL PERIÓDICO, no resuelve la incógnita acerca de los pactos que permitan formar gobierno en Cataluña después del 12 de mayo. Tras una semana de campaña electoral, se mantiene la incertidumbre que ya existía cuando el presidente Pere Aragonès firmó la convocatoria electoral el 18 de marzo. Pese al impacto que ha tenido y tiene en la campaña la decisión de Puigdemont de encabezar la candidatura de Junts per Catalunya y acudir al debate de investidura, y la de Pedro Sánchez de amagar con dimitir, anunciando luego su permanencia en el cargo, las dificultades para formar gobierno persisten. Puede incluso que se hayan agravado, como consecuencia de los aprietos que tiene Esquerra Republicana para resistir el creciente protagonismo de socialistas y antiguos convergentes.

La tensión que ha experimentado la campaña en los últimos días es la expresión del doble reto al que tiene que hacer frente el partido que gobierna actualmente la Generalitat, en el campo independentista y en el de la izquierda. Las intervenciones de los principales candidatos permiten percibir la preocupación por el traspaso de votos que la polarización política está provocando. Desde ERC hacia Junts y desde Ciudadanos y los Comuns hacia el PSC. Un fenómeno que queda reflejado en el tracking de EL PERIÓDICO, en términos de escasa fidelidad del voto de los republicanos y de los seguidores de Jessica Albiach. Los excepcionales resultados que podría obtener el PSC son el resultado de estos desplazamientos de voto.

De acuerdo con nuestro tracking, todo es posible según se opte por la franja inferior o superior de las estimaciones en escaños. Puede haber mayoría independentista, o no haberla. Puede incluso ocurrir algo más sutil, como sería que esta solo existiera sumando los votos de Aliança Catalana, el partido separatista y xenófobo liderado por la alcaldesa de Ripoll. Puede también existir una mayoría de los partidos de izquierda que gobernaron Cataluña de finales de 2003 hasta finales de 2010. Al estar la política catalana sujeta a un doble eje, nacional y social, la aritmética permite múltiples combinaciones. Sin embargo, de la aritmética a los acuerdos para formar gobierno, hay un trecho. Por el impacto político y emocional que supone todavía el procés, y por la interrelación entre la formación de gobierno en Cataluña y la continuidad, o no, del apoyo independentista al Gobierno de Pedro Sánchez.

La existencia de muchos indecisos en el ecuador de la campaña tiene que ver, probablemente, con esta complejidad. Lo ocurrido tras las últimas elecciones legislativas indica que la política de alianzas de los partidos, antes de votar, suele ser muy distinta de la que es después de conocerse los resultados. Es ciertamente lamentable que así sea, como lo es que la demonización emocional del adversario se haga en detrimento de una presentación más concreta y en positivo de las propuestas destinadas a resolver los desafíos de los ciudadanos de Cataluña, que no son pocos. Solo nos queda esperar que la segunda semana de campaña aporte luz sobre ambas cuestiones en unas elecciones con tanta incidencia en el resto de España.

Suscríbete para seguir leyendo