Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA

El discreto encanto de los pensionistas

El talón de Aquiles de este sistema es el envejecimiento de la población

Quién lo iba a pensar: los pensionistas estamos de moda, como salsa en todos los guisos. Para unos, somos los abuelos venerables que suplimos las deficiencias del sistema cuidando nietos y apoyando a los hijos; para otros los grandes sufridores de la pandemia, aunque sin investigar mucho lo que les ocurrió; para otros el estado biológico al que llegar rápido para disfrutar. Sin contar que para muchas marcas somos un buen puñado de consumidores a los que se nos incita a comprar constantemente, y para los políticos, diez millones de votantes dispuestos siempre a ir a las urnas.

Hasta hace poco nadie se acordaba de nosotros. La invisibilidad con que circulamos por la vida y ante los despachos de las administraciones se ha roto con la previsión el futuro incremento de las pensiones del 8’5% tal y como contemplan los PGE del próximo año 2023. Nunca imaginé que aplicar la ley recientemente aprobada, que actualiza las pensiones con arreglo al IPC sacara de sus casillas a tanto buen pensante como el Gobernador del Banco de España, el Presidente de la CEOE, infinidad de medios de comunicación, fundaciones, gabinetes de estudios y partidos políticos.

Estos, que se debaten entre el deseo de seguir pescando en este caladero de votos y las continuas presiones de los fácticos para corregir el incremento, navegan entre la ambivalencia y el rechazo. Para el PP «los incrementos convierten la factura de las pensiones en un gasto inabordable que lastra la presunta inestabilidad del sistema». Por eso ni aprueban ni rechazan ese incremento. La nostalgia de los aumentos del 0,25% y del factor de sostenibilidad en función del PIB y el déficit de la Seguridad Social para calcular los aumentos, de la era Rajoy, es el sueño de una noche de verano que Feijóo verbaliza a menudo como el mejor sistema.

Pero buscar el enfrentamiento de los nietos contra los abuelos, planteando que las pensiones y su incremento con el IPC son las culpables de los bajos salarios o de las dificultades para independizarse, como dice Arrimadas, es mucho peor, es miserable. Porque el problema de los jóvenes, sus condiciones laborales y su emancipación, se enmarcan en políticas exclusivas para ellos y si no llegan los recursos, hay que exigir que aumenten. Por otro lado tanto, tanto el Gobierno de coalición como sus socios en la tramitación de los PGE para 2023 han sido respetuosos con la ley y su desarrollo.

En este barullo de grandes afirmaciones y descalificaciones hacia el sistema público de pensiones, con afirmaciones tajantes de su inviabilidad y enorme déficit, nadie presenta datos. Los titulares no los necesitan cuando se busca descalificar un sistema para hacer negocio fácil. Sin embargo, nuestro sistema público de reparto funciona, y con mucha mayor solidez que el sistema de capitalización, que en la pasada crisis económica arrastró pérdidas de hasta el 40% o más recientemente, los fondos ingleses de pensiones han estado en el ojo del huracán de la crisis financiera que ha tenido Reino Unido en estas semanas, costándole a su banco central aportaciones superiores a los 80.000 millones de libras esterlinas para evitar una catástrofe en los pagos a sus pensionistas.

El debate no son los números, es la ideología. Porque el gasto español en pensiones se sitúa entorno al 10,5% del PIB, por debajo de la media de la UE que está por encima del 13%, y muy por debajo también del 16% de gasto en Italia, del 13,4% de Francia, del 13.2% de Alemania o del 12,8% de Suecia.

El déficit de la Seguridad Social se situó en el año 2021 en el 0,9%, el porcentaje más bajo desde 2013. Los ingresos se han incrementado en un 10,2% con carácter interanual y las obligaciones reconocidas crecían el 4,2%. Por cada pensionista hay 2,37 trabajadores en activo y están rozando los 20,5 millones de cotizantes a la Seguridad Social, la cifra más alta de nuestra historia.

Congelar las pensiones más altas o no incrementarlas conforme a la Ley, que es la última ocurrencia de algunos, rompe un principio del sistema que es la contributividad, «tanto cotizas tanto cobras de pensión», en función de unos años mínimos y con arreglo a la base de cálculo que cada uno tenga. Orillarlas de este incremento rompiendo la Ley, quiebra ese principio y podría llevar a infinidad de pleitos y una inseguridad jurídica que solo beneficia a quienes buscan debilitar el sistema.

El talón de Aquiles de este sistema es el envejecimiento de la población. Porque aparte de que somos el segundo país con la mayor tasa de envejecimiento después de Japón, para 2025 hay una previsión de 11 millones de pensionistas que llegarán en 2050 a 17 millones, para ir modulándose este incremento en los años sucesivos. La ampliación de ocupación en sectores como el de la mujer, los jóvenes y los inmigrantes es vital para el futuro.

Si envejecer no puede ser una tragedia sino un regalo de la vida, es imprescindible dar seguridad y confianza a los pensionistas.

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