INSTITUCIONES PENITENCIARIAS | María Cristina Romero Educadora social y mediadora de la asociación Fapap

María Cristina Romero: "En las bandas juveniles buscas a alguien que te quiera y te legitime"

María Cristina Romero, antes de la ponencia en la que intervino ayer en la Facultad de Derecho. | JOSEMA MOLINA

María Cristina Romero, antes de la ponencia en la que intervino ayer en la Facultad de Derecho. | JOSEMA MOLINA / A. T. B.

María Cristina Romero (Fraga, 1962) es educadora social y mediadora de la asociación Formación y Acompañamiento a Personas en Ámbito de Prisión (Fapap). Ayer participó como ponente en las jornadas ‘Reeducación y reinserción social mediante el tratamiento penitenciario’ organizadas en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza y lo hizo para hablar de los procesos restaurativos orientados a los jóvenes que cumplen sus castigos punitivos en la cárcel.

¿Qué trató de explicar con su ponencia?

Hablé de las características de la adolescencia y de la juventud y de la prevención y de la intervención, que sería la intervención buena, la que tendríamos que hacer con los jóvenes porque no es lo mismo una persona que entra en prisión con 20 años que una persona que tiene 40 años. Las características son diferentes.

¿Cuál es la intervención buena con estos jóvenes?

Las características de la adolescencia y de la juventud necesitan un especial seguimiento y un especial apoyo porque, normalmente, vienen de familias desestructuradas, con problemas de adicciones y de maltrato, hay familias normalizadas que han tenido separaciones convulsas… Entonces, el niño y el adolescente busca pertenecer a un grupo porque es una de las características de la adolescencia. El adolescente necesita crear su identidad y, muchas veces, esa pertenencia al grupo le lleva a juntarse con otros chicos o con otras chicas que están en su misma situación. Estamos hablando de bandas…

Hacerse el guay.

Exacto. Es eso de ‘me junto con un grupo de amigos que empieza a beber o fumar, salgo de la escuela, ellos me entienden…’ Y, luego, todo el tema de las bandas y de chicos que vienen de otros países y llegan aquí y también se sienten excluidos.

¿Cómo de preocupante es el tema de las bandas?

Hay personas adultas en las bandas, pero ahora la mayor parte son adolescentes, niños y jóvenes que están en ese momento convulso de su vida. La adolescencia y el principio de la juventud es convulsa para cualquier persona pero, si además tienes dificultades y una familia que no te puede o no te sabe dar un sostén, no te pueden enseñar ni acompañar. Entonces, buscas a alguien que te quiera, que te legitime y que te ayude. Claro, ya entras en estos circuitos delincuenciales donde, además, existe la violencia como forma de decir ‘este territorio es mío’. Eso les permite tener algo por lo que luchar o pertenecer porque a sus familias no pueden pertenecer. Si tienen que robar, roban; si tienen que sacar un machete, lo sacan… Empieza ya una espiral de salir del circuito normalizado.

¿Cómo se trabaja para reconducir ese comportamiento?

Trabajo de educadora en un centro de internamiento de jóvenes y, en prisión, lo hago como voluntaria. No soy funcionaria de la cárcel, yo voy a prisión con una asociación y doy talleres de desarrollo personal para que la gente pueda darse cuenta de qué es lo que hizo daño y cómo puede cambiar lo que hizo daño. Son procesos restaurativos y, en prisión, ellos mismos vuelven a repetir lo que hacen en la calle. No solamente son jóvenes que pertenecen a bandas y delinquen, sino que también hay otros jóvenes que pertenecen a familias completas o linajes que están todos en la cárcel por lealtad y tradición. También hay chicos que no pertenecen a bandas, pero sí que hacen grupos de amigos que hacen trasgresiones tremendas.

¿Qué herramientas les facilitan?

No hay programas específicos para los jóvenes, pero sí que se intenta trabajar todo lo que tiene que ver, por ejemplo, con el deporte. Se intenta trabajar todo lo que tiene que ver con un proyecto de vida, es decir, muchos de estos jóvenes no tienen ni la ESO terminada y, si no tienes algo con lo que después poder trabajar y ganarte la vida, es un poco complicado que no vuelvas a cometer delitos. Y, sobre todo, la idea de ver qué es lo que te ha llevado a cometer el delito para poder darle la vuelta y cambiarlo.

¿Reproducen patrones de conducta heredados?

Si tu padre está cortando cocaína en la mesa de casa, ¿tú qué ves? Hay una parte muy marginal de las personas que cometen los delitos y, de hecho, el tratamiento de estas personas no pasa solamente por la persona, a la que hay que restaurar, sino que también hay que restaurar todo el sistema familiar porque está dañado. Si tú restauras a un adolescente y lo vuelves a meter en el mismo sistema familiar sin arreglar, tiene muy pocas posibilidades de salir adelante.

¿Cómo se hace esto?

Con las políticas para que no haya pobreza y mundos excluidos.

¿Qué hay de la asunción de la responsabilidad?

Es muy importante. Hay un punto de responsabilidad porque has cometido un delito, has hecho daño a alguien y tienes que saber que existe y, en la medida de lo posible, restaurar a la víctima. Hay mucha gente que no se da cuenta de que hace daño.

A grandes rasgos, ¿se cumplen los objetivos de restauración?

- Es muy difícil porque es plantar una semilla, dejarla ahí y… ¿cuándo florecerá? ¿Mañana? ¿Dentro de un mes? ¿Dentro de un año? Sí que es cierto que hay chicos que salen adelante, que se dan cuenta de la historia familiar y del daño que han hecho, pero hay otros que no y vuelven a cometer delitos. Hay muchas variables.

¿Han cambiado los patrones de comportamiento a lo largo de los últimos años?

Hay otra serie de características que nos estamos encontrando ahora.

¿Cuáles?

Hay un problema muy importante de salud mental, de depresiones, de angustias, de no gestionar de ninguna de las maneras ese mundo emocional convulso que tiene un adolescente… Y también de adiciones. La pornografía está haciendo un daño tremendo.

Las instituciones alertan del aumento de delitos sexuales entre los jóvenes.

Lo que aparece en la pornografía es una película, no es la realidad. Si los jóvenes ven eso como un patrón de conducta, después quieren eso y entienden que es eso lo que tienen que hacer. Hay un momento en el que existe una adicción igual que cuando empiezas a fumar porros o beber alcohol. Si tu fortaleza no para eso, sigues con las pastillas y con la cocaína… A grandes rasgos, esto es igual.

¿Tiene algo que ver la cultura con estos comportamientos?

Cada cultura tiene su forma de ver la vida. No es lo mismo una cultura latina que una cultura escandinava que una cultura árabe, pero el problema no es la cultura separada, sino las características de la sociedad en conjunto. Las personas que están en prisión no han nacido en Marte, vienen de donde estamos viviendo.

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