Opinión | TERCERA PÁGINA

Rosa María Serrano

Europa. La fuerza de la unión

En un mundo cada vez más globalizado, la política internacional es clave. No debemos, y realmente tampoco podemos, vivir ajenos a las decisiones que se toman en instituciones que a priori nos quedan «a desmano», porque nos afectan de forma muy directa. La pandemia nos hizo ser más conscientes que nunca de los efectos de esta globalización, y otros conflictos como el Brexit pusieron de manifiesto la importancia de la diplomacia y de los ejes geopolíticos entre los que nos movemos.

Las consecuencias derivadas de la pandemia del covid-19 podrían haber supuesto una nueva crisis de fatales consecuencias cuando aún no habíamos superado los efectos de la que vivimos a todos los niveles en 2008. Sin embargo, la respuesta de la Unión Europea en materia económica, social y sanitaria lo cambió todo, demostrando que es posible hacer frente a una situación así desde la solidaridad y no desde la austeridad, situando a los ciudadanos en el centro de las políticas.

La rápida actuación de la Unión Europea en la crisis migratoria que provocó en sus inicios la invasión rusa a Ucrania es otro ejemplo de todo ello. En tiempo récord se adaptó una directiva europea para ofrecer asistencia política, humanitaria, financiera y militar. De hecho, en cuestión de días las comisarías de la Policía Nacional de nuestra comunidad empezaron a tramitar los permisos de protección temporal de cientos de ucranianos, permitiéndoles no sólo residir, también trabajar o estudiar en la Unión Europea durante un año.

Por otra parte, el liderazgo del Gobierno de España y del presidente Pedro Sánchez ha sido decisivo para que la respuesta a las dos crisis –la sanitaria y la bélica– no haya sido a costa de los ciudadanos. Todo lo contrario, han sido los beneficiarios de las medidas. Como ejemplo, los más de 2.300 millones de euros que han llegado a Aragón a través de los Fondos Europeos.

Pero además, ese liderazgo se ha traducido también en la toma de decisiones en Europa que parecían imposibles hasta ahora: en plena crisis energética provocada por la guerra en Ucrania, los socialistas conseguimos que se activara la «excepción ibérica», que ha permitido ahorrar más de 3.000 millones de euros a familias y empresas. En este sentido, España ha liderado también la reforma del mercado eléctrico, la compra conjunta de gas y la creación de una reserva estratégica de almacenamiento.

Si descendemos a Aragón, se están impulsando proyectos transformadores y de gran importancia para el futuro como las inversiones en regadíos en la provincia de Huesca, que nos han posicionado como territorio líder en modernización de estas infraestructuras; también podemos hablar de la fábrica de Stellantis en Figueruelas en el ámbito industrial, o de los fondos llegados para la transición energética a Andorra.

No podemos abandonar la vocación europeísta que nos caracteriza, España debe seguir siendo actor clave en los importantes retos que enfrentaremos en los próximos años. Tenemos que mirar al futuro a través de una Europa adaptada a la era digital, con una economía siempre al servicio de las personas y con la perspectiva de género integrada en todas las políticas de la Unión. Hagamos de Europa un continente solidario, un referente en la construcción de la paz, los derechos y las libertades. En definitiva, una Europa más fuerte ante las amenazas de la extrema derecha y del populismo para debilitarla.

En nuestra memoria está la generación de españoles que tuvieron que emigrar buscando la prosperidad que su país les negó. Ese legado es nuestro compromiso por seguir siendo parte del proyecto europeo, que lejos de la división del pasado está basado en la fuerza de la unión.

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