Opinión | TERCERA PÁGINA

El Gobierno aragonés al rescate del esquí

El Ejecutivo autonómico busca combatir la naturaleza esquiva de la nieve echando mano de 78 millones de euros de tecnología de última generación

No le queda otra opción al Gobierno aragonés que salir al rescate del sector de la nieve después de la calamitosa temporada de esquí del invierno pasado. Una campaña pésima que se suma a otras anteriores en esta nueva normalidad en la montaña. La inversión anunciada para la modernización de los sistemas de producción de nieve artificial es el primer reconocimiento en la política aragonesa de la precariedad climática en la que se ha instalado el Pirineo y de la necesidad de adaptarse a un escenario adverso para la práctica de los deportes de invierno.

El Ejecutivo aragonés busca combatir la naturaleza esquiva de la nieve echando mano de 78 millones de euros de tecnología de última generación. Este paquete inversor, de origen tributario, tiene como objetivo asegurar el máximo de días de esquí de la temporada y de paso apuntalar la economía de los valles pirenaicos donde se emplazan los resorts de la nieve. Las estaciones de esquí se ponen de este modo en plan adaptación al cambio climático para continuar con su actividad ordinaria pero, ¿será suficiente esta mejora técnica en la producción de nieve para la salvación del sector? La respuesta a esta pregunta es una incógnita.

Lo que queda claro tras esta decisión política es que el Gobierno aragonés sube la apuesta por la nieve como motor económico de los valles. Recordemos que este nuevo fondo para la innivación de las pistas de esquí va de la mano del Plan Pirineos, de semejante dotación, destinado en su mayor parte también al sector de la nieve.

En cualquier caso, esta nueva inversión pública en la montaña no va a ser la panacea. Incrementar los kilómetros esquiables de nieve artificial va a permitir disfrutar de más kilómetros de nieve artificial. Ya está. Más esquí de «canalón», como dicen en los valles. Esta nieve extra será suficiente para aquellos aficionados ávidos de emociones encorsetadas, pero el resto de esquiadores (los de pasta) volarán a aquellos destinos que conserven algo del ambiente invernal que debe acompañar la práctica del esquí.

La competitividad del esquí no se decide desde un despacho. Los precios de esta industria, sí. La nieve aragonesa es escasa, por lo que resulta cara para el esquiador medio, sobre todo cuando compara los precios de nuestra oferta con lo que cobran en otras estaciones y grandes dominios de los Pirineos y de los Alpes.

Para resolver este hándicap los gestores regionales de la nieve han elegido la fórmula de la kilometritis, un principio de la mercadotecnia que permite empaquetar un buen producto turístico, abrirse hueco en los mercados internacionales y diversificar el origen de los esquiadores. Una estrategia comercial con la que está enganchado todo el sector del esquí y que muestra los clásicos síntomas de dirigirse hacia una burbuja de oferta.

Hay una maldición en el esquí meridional, el que se practica en el Pirineo, que llena de sufrimiento a todos los amantes de la nieve. Una tragedia que aparece en escena todos los inviernos y que toma forma de nevada menguante. Y es que a veces, la orientación de las montañas y la altitud de las pistas de esquí se alían para que caiga una buena nevada; pero en otras ocasiones, con la misma configuración, sobreviene un diluvio que arruina los espesores y la calidad de la nieve; y si no ocurre una cosa u otra, es el viento de puerto el que barre la nieve de la montaña con una fuerza huracanada. Estas condiciones meteorológicas son cada vez más incompatibles con una práctica del esquí homologable a la que existe en latitudes más norteñas.

De nada va a servir, sin embargo, esta inyección de dinero público si se cumplen las proyecciones sobre la evolución de las temperaturas en el Pirineo a medio y largo plazo. Un panorama pesimista que nos dejará al albur de los milagros meteorológicos que lleguen, si es que llegan, en forma de nevada en Navidad o en las vacaciones Semana Santa. Una nieve que será insuficiente, en todo caso, para insuflar alegría a la cuenta de resultados de los negocios de montaña en los tres o cuatro meses que dura la temporada de esquí.

Puede que no quede otro remedio que seguir metiendo dinero en el sector de la nieve a la espera de que el azar climático nos devuelva esos inviernos de frío y polvo del pasado. Pero deberíamos prepararnos para lo contrario. Para un esquí a tiempo parcial, en convivencia con una oferta de actividades de naturaleza para todos los públicos, y más enfocado al respeto y a la conservación de la montaña. La gran mayoría de los visitantes y clientes del Pirineo así lo desean.

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