Opinión | TERCERA PÁGINA

Hágase moro

Es relativamente habitual que de vez en cuando alguna persona me pregunte si es verdad que a los inmigrantes se les da algún tipo de paga por el mero hecho de serlo. Habitualmente las personas que me formulan la pregunta lo hacen después de haber tenido algún tipo de discusión con algún compañero de trabajo, vecino o amigo, que defiende con vehemencia que es tanta la cantidad de dinero que se paga que da para que se den la vida padre.

Por lo que me suelen contar, es tal la insistencia de estas personas en la verdad de su opinión, que consiguen sembrar la duda y provocan que sus interlocutores sientan la necesidad de contrastar esa información con alguien que trabaje en el sector.

Hace pocos días me contaban que se está difundiendo el bulo de que se están pagando prestaciones que alcanzan los 2.500 euros, que con el dinero de esas ayudas se compran todo tipo de objetos de lujo, el último modelo de iPhone sin ir más lejos. Como argumento de peso se añadía que, al fin y al cabo, todo el mundo sabe de qué es capaz el presidente Sánchez. Me gustó la respuesta que ideó mi informante, le dijo simplemente: si es verdad lo que dices, hazte moro.

Es curioso que se dé pábulo a este tipo de información y que se difunda sin más criterio ni confirmación. Es curioso que las personas que se creen este tipo de mensajes no se den cuenta de cosas como las siguientes: los que recogen la fruta y los productos de nuestros campos en los tiempos de las cosechas suelen ser inmigrantes; los que trabajan en los empleos más duros de la construcción, especialmente en verano, al sol que más calienta, suelen ser inmigrantes; las que cuidan a nuestros mayores en nuestras casas y cada vez más en los centros residenciales, suelen ser inmigrantes; las que hacen las uñas de las españolas suelen ser inmigrantes; los que nos sirven en los bares la caña barata e incluso la tortilla de patata, suelen ser inmigrantes; las que nos limpian las habitaciones de los hoteles y apartamentos a los que vamos a pasar unos días de descanso, suelen ser inmigrantes; los que matan a los tocinos que nos comemos, son inmigrantes en la mayor parte de las ocasiones. La mayor parte de las empleadas de hogar que limpian nuestras casas, son inmigrantes. Siguiendo la versión de nuestros vehementes amigos de la verdad, solo cabe concluir que los inmigrantes hacen todo esto para redondear los regalados ingresos de las pagas, para disimular que los cobran, para pasar el tiempo libre o por simple afición.

Entiendo que haya personas que piensen que esto que aquí expreso con su punto de ironía no es más que la opinión de uno de esos trabajadores sociales que están de parte de estas gentes. Vale. Acepto sus reticencias. Les propongo un experimento. Cómprese una chilaba, tíñase de moreno, póngase unas babuchas (o la versión en femenino de todo esto), practique un poco el acento moro y láncese al primer centro de servicios sociales, preferible uno de esos de, ya sabe, zona marginal, más que nada para que la cosa cuele y váyase a pedir la paguica de los 2.500 euros.

Eso sí, para seguir el cuento hasta el final y ya que está seguro de que esas afirmaciones se acercan a las verdades esenciales del Evangelio, creo que debería asumir las consecuencias de su atrevimiento y vivir un par de semanas en las condiciones de esos aprovechados. Quién sabe, lo mismo consigue un pasaje a un piso patera y vive una aventura de la que no se olvidará en lo que le quede de vida.

Si es que no hay nada como vivir las cosas en primera persona para mantener las propias convicciones. Una vez acabado el experimento y demostrada fehacientemente su verdad, estoy seguro de que montará una empresa para aprovecharse de la idea. Hasta me imagino la frase central de su campaña de márquetin: Si quiere vivir bien, hágase moro.

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