Opinión | EDITORIAL

La epidemia del ruido no cesa

Las ciudades caminan hacia un modelo de sostenibilidad que incluye factores como la mejora medioambiental, la electrificación de la red de transportes, la disponibilidad de servicios a no más de 20 minutos de distancia, la existencia de colegios y centros de salud en los propios barrios y la mejora de la seguridad, entre otros. Todo ello contribuye a elevar la calidad de vida de los ciudadanos en las grandes urbes, donde habitualmente se convive con un elemento que causa distorsiones entre los vecinos: el ruido, un enemigo silencioso que campa a sus anchas y logra sortear las normativas municipales que tratan de poner coto a un mal endémico del siglo XXI.

La celebración del Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido, el pasado 24 de abril, viene a poner de relieve la necesidad de actuar por parte de las administraciones con el fin de mejorar el bienestar de los ciudadanos. Las estadísticas publicadas en los últimos meses y años subrayan ese déficit, que afecta diariamente al día a día y a la salud de las personas. El estudio Inteligencia auditiva: la importancia de la audición en España, realizado por Oticon, señala que el ruido genera estrés y ansiedad a más de un tercio de la población, un porcentaje que se eleva al 40% en el caso de las mujeres. La mayoría de sufridores se encuentran entre los 35 y los 49 años, según el informe, aunque es entre quienes tienen más de 70 años donde el impacto es mayor. Hay casos en los que provoca pérdida de concentración, irritabilidad o trastornos auditivos, que, en ocasiones, son irreversibles. Otro estudio de Gaes indica que genera importantes problemas de sueño, reduce el rendimiento en el trabajo e incluso puede llegar a deteriorar la memoria y alterar el metabolismo.

Pero el epicentro del problema se encuentra en las grandes ciudades como Zaragoza, donde las asociaciones de vecinos claman contra el ruido. No es la primera vez que exigen que se cumpla la normativa y se limiten los ambientes que perturban la vida cotidiana. Ayer, la capital aragonesa dio un paso en esta dirección al iniciar el análisis de dos nuevas zonas saturadas en la ciudad (la plaza de Los Sitios y la de San Francisco) que podrían sumarse a las quince ya existentes. La capital aragonesa lleva 20 años sin haber introducido modificaciones sustanciales en la ordenanza contra la contaminación acústica, aunque sí ha habido cambios en la ciudad que, indirectamente, han ayudado a reducir los problemas de ruido. La pacificación de zonas y la limitación del tráfico son algunas de ellas, si bien queda aún mucho camino por recorrer.

El equilibrio entre ocio, negocio y descanso es complejo y se ha convertido en uno de los retos de las grandes ciudades españolas y europeas. Trazar esa ruta comportarán beneficios colectivos que serán mayores cuanto antes se actúe.

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